Minutos después, te vi pasar en otro cuerpo, otra ciudad, pero en verano nuevamente. Llevabas puestos esos pantalones cortos a los que quiero aferrar tu imagen y la barba y los rulos oscuros. Me reencontré con tu vos europeo, con el andar despreocupado, enmochilado. Me diste el espacio a pensarte un ratito y sin darte cuenta me acompañaste unos pasos antes de entrar al subte.
Hace unos días me enteré de que Azul tiene los días contados y me imaginé tu rostro entornado, tu cara de decepción, anulada. Los comentarios agudos, informados. El café -ahora- frío en la mesa de la cocina y otros pequeños gestos que luchaban por volverse cotidianos y en mi mente resultaban inconcebibles... El alcohol que tenía que pasar para poder abigarrarme a tu cuerpo.
Estaba enredada en ese tren de pensamientos cuando entendí que no eras vos por el arbolito que tenías tatuado en la parte baja del muslo derecho y los anteojos cuadrados; pero me quedé tarada igual cuando observé tu nariz prominente y el pelo melenudo, tan distintivo, tan propio.
Hay algunos recuerdos que hasta el día de hoy no logro procesar, mucho menos archivar... Pero elegí no borrarlos porque el corazón es selectivo y se queda con los mejores pedacitos.
Es como volver a escuchar la banda sonora de una película. No repetís la experiencia de mirarla, sino que elegís los mejores temas, los que más te gustaron o te conmovieron, y te prestas a escucharlos de nuevo, en loop.
Madrid, España