11.7.18

El verano europeo en los pantalones cortos como la distancia entre Madrid y Barcelona.

Estaba de camino al trabajo como todas las mañanas, cerca de la estación de Moncloa en Madrid, cuando accidentalmente saltaste en mi playlist. Me olvidé que tenía guardado en un viejo celular, la grabación desordenada y descoordinada de una canción que tenía tu voz como protagonista. Asustada y sorprendida a la vez, me saqué los auriculares para no escucharte, supongo que para evitar la nostalgia.
Minutos después, te vi pasar en otro cuerpo, otra ciudad, pero en verano nuevamente. Llevabas puestos esos pantalones cortos a los que quiero aferrar tu imagen y la barba y los rulos oscuros. Me reencontré con tu vos europeo, con el andar despreocupado, enmochilado. Me diste el espacio a pensarte un ratito y sin darte cuenta me acompañaste unos pasos antes de entrar al subte.
Hace unos días me enteré de que Azul tiene los días contados y me imaginé tu rostro entornado, tu cara de decepción, anulada. Los comentarios agudos, informados. El café -ahora- frío en la mesa de la cocina y otros pequeños gestos que luchaban por volverse cotidianos y en mi mente resultaban inconcebibles... El alcohol que tenía que pasar para poder abigarrarme a tu cuerpo.

Estaba enredada en ese tren de pensamientos cuando entendí que no eras vos por el arbolito que tenías tatuado en la parte baja del muslo derecho y los anteojos cuadrados; pero me quedé tarada igual cuando observé tu nariz prominente y el pelo melenudo, tan distintivo, tan propio.


Hay algunos recuerdos que hasta el día de hoy no logro procesar, mucho menos archivar... Pero elegí no borrarlos porque el corazón es selectivo y se queda con los mejores pedacitos.

Es como volver a escuchar la banda sonora de una película. No repetís la experiencia de mirarla, sino que elegís los mejores temas, los que más te gustaron o te conmovieron, y te prestas a escucharlos de nuevo, en loop.


Madrid, España